“Que no se te cierre el mundo”
Cuando mamá nos mandaba a comprar algo al mercado, regresar
con las manos vacías no era una opción. Era preferible presentarle alternativas
o improvisar algo, que volver con un “no hay” o “no encontré”. Decía que su
padre así la había formado, así que, si para ella no había imposibles, para
nosotros, tampoco. Su modelo servía para todo. Si algo se te perdía, sarcásticamente
decía “chíflale”, y con eso sabías que no podías dejar de buscar hasta
hallarlo. Si necesitabas algo de un adulto o desconocido, argumentaba “tienes
boca mi amor, pídelo tú”. Si ibas a la tienda y por ser niño te saltaban y
atendían primero a un mayor, te aconsejaba que te defendieras y que hicieras
respetar tu lugar. “Si supiera que tu capacidad es de 8, sólo te pediría un 8”; “si fueras tonto, lo entendería, pero no lo eres”; “piensa, eres inteligente”; “que
resuelvan sus propios asuntos”, eran algunas de sus recurrentes frases. El no
puedo jamás fue una vía, porque se aseguró de enseñarnos que los problemas sólo
existen si los creas y los crees en tu cabeza. Nos hizo resilientes y por eso
nos hizo felices... Mamá nos repitió hasta el cansancio “que no se te cierre el
mundo” y eso es justo lo primero que le diré a Nugget el día que l@ vea llegar.
Comentarios
Publicar un comentario