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Diez minutos más

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Mi mamá, mi hermano y yo te esperábamos en el coche. Hacía calor y todos íbamos muy elegantes a la boda civil de Luis. Tú no salías y como era costumbre bajé por ti para presionarte. Te encontré vestido ya con tu traje gris, en el comedor y con el palo del trapeador encima de la mesa. “Le estoy poniendo un tornillo para que no se safe”, me dijiste. Te respondí que eso no era prioritario, que lo importante en ese momento era la boda de tu hijo. Además, dije, el trapeador lleva semanas así, ¿por qué tenías que arreglarlo en ese preciso instante? Con tu amable sonrisa me dijiste: tu hermano puede esperarse diez minutos porque estará casado el resto de su vida. Me reí contigo.  … “Díganle a Nacho que la cita es a la 1:00, para que lleguemos a las 2:00 en punto”, decía mi mamá. Lo hicimos así durante años para que pudieras llegar a tiempo, pero ni eso funcionaba. Siempre encontrabas algo que hacer antes de salir de casa. Nunca te gustó que te presionaran y todos en la familia sabían que lle

Nicolás

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De cero a uno Me partí. Un dolor me atravesaba todo el cuerpo, desde la planta del pie hasta el abdomen. Cada pisada o movimiento se sentían como cuchillos que se encajaban con fuerza. La fiebre no cedía. Restos placentarios se quedaron en mi cuerpo y la muerte de ese órgano que te permitió formarte provocaba en mí una infección que los médicos no lograban controlar. Una, dos, tres… seis aspiraciones para intentar sacar todo de mi cuerpo. Luego vino la rotura del abdomen, la herida supurando, la anemia, el no poder amamantarte, cargarte, cuidarte. Cuatro meses en cama, sin mejora, y yo sólo podía pensar en ti y en tu hermano. Mis padres cuidaron de los tres. “Hoy no me voy a morir. Dios, déjame vivir para verlos crecer”, repetía en los ratos en los que me podía mantener despierta.  Y sucedió.  Los meses siguientes fueron de recuperación paulatina, pero también fueron meses en los que quise recuperar el tiempo para conocerte. Me aprendí de memoria tus gestos, tus llantos, tus necesidade

El libro que mejor regresó

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- ¿Ha leído algo mío? - Sí, aunque el primer libro que leí me rompió un poco el corazón. Yo habría tenido unos ocho o diez años. - ¿Por qué? - Porque me enseñó una imagen de Diego Rivera que yo no conocía, la del hombre frío y cruel. - ¿Qué hacía leyendo ese libro a esa edad? - Todos los jueves iba a casa de mi abuela, me bajaba al estudio y elegía el libro o los libros que quería leer y me los llevaba. No le avisaba a nadie. Era casi un robo, pero siempre los devolvía. Uno de ellos fue Querido Diego, te abraza Quiela y desde entonces la leo .  - ¿Y por qué tomaba los libros? - Porque en mi casa sobraban bujías y tuercas pero escaseaban libros. - Usted hizo bien. Yo debí haber hecho lo mismo a su edad en lugar de andar rezando tanto rosario. ¿Y devolvió también ese libro? - Claro. Se levanta brevemente y vuelve:

Viajeros

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Y me dirás que viajemos, a donde el dedo apunte, al azar o a uno de esos lugares que vemos en las pantallas del aeropuerto cuando estamos esperando el abordaje. Y en un nuevo lugar, caminaremos hasta que nos duelan los pies, hasta que no podamos más del hambre o del frío. Cometeremos locuras, nos atreveremos sin prisas. Tal vez nos hagamos un tatuaje, uno que siempre te recuerde a mí y que siempre me recuerde a ti. Y pensaremos en lo que viene, sin miedo, y nos reiremos de lo tontos que se ven los demás discutiendo. Y me darás la mano en todos lados y besarás mi frente. Nos sentiremos invencibles, sabiendo que el amor dura hasta que termina. Cuando ya no estés, yo recordaré tu aroma, cada día y te añoraré. Mientras tanto, antes de que acabe el viaje, déjame pensar que eres eterno y que estaremos bien.

Incongruencias

Había que ser un idiota para no quererla, para no amarla, para no perderse en su cabeza. Era feliz y yo también lo era. Estaba loca, como todo lo que tiene alma lo está. No era una locura enferma. Brillaba. Era libre y yo también lo era. Me pregunto a diario qué habrá sido de su vida, si seguirá loca, si será amada, porque había que ser un idiota para no hacerlo o un cobarde para no intentarlo.

Tú a los tres

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Tú, el que me salva de los días tristes, el de la sonrisa traviesa, el cómplice, el que me recibe todos los días con una planta en la mano, el que me olfatea a diario, el que me ve sin dudas y sin miedos. Tú, el que me bombardea de “por qués”, el que me explica lo que aprendió, el que me cuenta historias, el que me corretea, el que se esconde, el que compite, el que hace bromas, el que ama bailar. Tú, el que incluye a todos, el que no entiende de villanos ni risas malévolas, el que sufre con el dolor de los demás, el que ama los colores, el que adora a los animales y pelea por la justa vida de los bichos, el que riega las plantas, el que comprendió con madurez que los dinosaurios no estén ya. Tú, el de la carcajada melódica, el que inventa canciones, el que me comparte sus juguetes y dulces, el que me da la mano para dormir y jugar, el que me pide cosquillas, el que me defiende de los juegos de papá. Tú, mi compañero, mi sombra, mi amor a primera vista. Tú, el que me salva de los días

Tu camino es el amor

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Te he visto llorar cuando le quitan un juguete a un niño que no quiso compartirlo contigo. Lloras con un sentimiento tan puro, que se nota tu tristeza, tu impotencia y tus ganas de hacer justicia. Te he visto luchar por esos juguetes y regresárselos a sus dueños. Te he visto recoger los juguetes de otros niños y correr para entregárselos, para que no los olviden. Te he visto compartir cada vez que alguien te pide un dulce, agua o cualquier alimento que haya en tu plato. Te he visto enojado cuando he intentado curar a tu abuelo. Seguramente, pensabas que lo estaba lastimando y no dudaste ni un segundo en defenderlo. Te he visto darme la mano cuando vamos en el coche, mientras tú escuchas música. Te he visto buscar la mano de tus abuelos y la mía para que te acaricie la cara y el pelo. Te he visto darle besos inesperados y abrazos ansiosos a la gente que más quieres. Te he visto enojarte con papá cuando tiene que irse a trabajar, porque quisieras que nunca se fuera de tu lado. Te h